Ya apuntaba Lucrecio, en “De Rerum Natura”, que: “Para unos un alimento es bueno y otro para
otros, o por qué lo que para uno es agrio y desabrido, eso mismo puede a otro
parecerle muy dulce sin embargo; y en esto hay tanta disparidad y desacuerdo
que lo que para uno es alimento para otro es recio veneno”.
La alergia alimentaria es cada día más
frecuente entre la población general. Según los datos recopilados en múltiples
estudios en distintos países del mundo, se puede asumir que afecta
aproximadamente al 5% de los adultos y hasta el 8% de los niños, con tendencia
al aumento en los últimos años.
Muchos
son los posibles factores de riesgo que se están investigando acerca del porqué
de este incremento, entre ellos: el déficit de vitamina D, las dietas grasas
poco saludables, la obesidad, la excesiva higiene, el momento de la
introducción de los alimentos, el estilo de vida, etcétera; aunque también los
factores genéticos. La globalización
ha facilitado la presencia de alimentos de lo más variopinto en nuestros
mercados, con la exposición de millones de personas a proteínas nuevas y desconocidas
con las que jamás habíamos contactado antes.
Alimentos y alergia |
La
alergia alimentaria se puede manifestar con diversos cortejos de síntomas:
desde un simple picor en la boca o labios, la aparición de ronchas (urticaria),
una inflamación localizada (angioedema de labios, párpados, cara, manos…),
hasta desencadenar alteraciones respiratorias (tos, pitos, ahogo), digestivas
(presión en garganta, dificultad para tragar) e incluso cardiovasculares
(bajada de tensión y pérdida de conocimiento). Cuando se combinan síntomas
cutáneos y de otros órganos solemos encontrarnos ante la reacción más grave que
se puede presentar por una alergia alimentaria, que es la anafilaxia.
La
anafilaxia es una reacción aguda, con afectación multisistémica, que puede
causar la muerte del individuo que la padece, y que ocurre por una liberación masiva
de sustancias inflamatorias. Los alérgenos alimentarios son los desencadenantes
más frecuentemente relacionados con las reacciones anafilácticas, suponiendo
entre un 33% y un 56% de todos los casos, y hasta en un 81% cuando hablamos de
la edad infantil.
Las
anafilaxias están mediadas principalmente por la inmunoglobulina E, y los
mastocitos y basófilos juegan un papel principal. Sin embargo, se han descrito
otros mecanismos alternativos.
Los
mecanismos por los cuales se desarrollan reacciones de distinta intensidad, y
por suerte no todas acaban siendo anafilaxias, se desconocen. Hoy en día
sabemos que no siempre se trata de una lucha 1 a 1, entre el alérgeno y nuestro
sistema inmune, sino que en muchos casos existen factores asociados que hemos
denominado cofactores. Estos cofactores explicarían porqué en algunos
casos los alérgenos no son capaces de inducir una reacción alérgica o bien inducen
una reacción leve, mientras que en otros desencadenan reacciones graves.
Los
cofactores se consideran relevantes hasta en el 30% de los episodios
anafilácticos. En presencia de esos cofactores, las reacciones alérgicas pueden
desarrollarse con concentraciones inferiores de alérgeno o ser más graves que
en ausencia de ellos.
Los
antinflamatorios no esteroideos (AINEs: ácido acetilsalicílico, ibuprofeno, etc)
y el ejercicio físico, son los cofactores mejor conocidos, aunque se han
descrito muchos otros, como los estrógenos, el alcohol, las temperaturas
elevadas y fármacos para tratar la hipertensión como los inhibidores del enzima
convertidor de la angiotensina (IECAs), los β-bloqueantes, las infecciones
agudas, el estrés emocional, etc.
El ejercicio físico es el mejor conocido de todos ellos, causando las denominadas
alergias alimentarias dependientes de
ejercicio; siendo —de forma general— la más frecuente de todas, la debida
al consumo de trigo (particularmente por la proteína omega-5-gliadina).
Estos pacientes toleran el trigo en sus distintas presentaciones, pero si realizan
ejercicio en las 2-4 horas siguientes a su consumo, pueden desarrollar una
reacción.
Los
AINEs (antiinflamatorios) son la
segunda causa más frecuente como cofactor, que pueden estar presentes hasta en
el 22% de los casos, aumentando hasta 11 veces el riesgo de reacción. En la
zona mediterránea, los AINEs favorecen los casos de anafilaxia por alimentos en
más del 50% de los casos; en muchos de ellos (la mayoría), la proteína
alimentaria implicada es la LTP (presente en múltiples alimentos de origen
vegetal: frutos secos, frutas rosáceas como el melocotón, la manzana, etc).
Antiinflamatorios no esteroideos: AINEs |
El alcohol está presente en el 15% de casos de anafilaxia como
cofactor o facilitador de la reacción alérgica.
Los estrógenos son un factor hormonal que hace más susceptibles a las
mujeres en edad fértil de desarrollar reacciones alérgicas más graves, en
comparación con los hombres o el resto de mujeres fuera de este rango de edad.
Fórmula química de los estrógenos |
El mecanismo o el motivo por el cual
estos factores facilitan las reacciones alérgicas no está del todo aclarado,
pero las hipótesis actuales apuntan a alteraciones en la absorción intestinal
de los alérgenos.
Como
podéis ver, la alergología no es un tema sencillo en el que “uno más uno
siempre suma dos”.
Jaime
García Campos
Médico
Especialista en Alergología
Grupo
AlergoMálaga
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